Primeramente, decir que nos encontramos ante un tema muy subjetivo. Existen muchas maneras de apoyar a nuestras empresas en tiempos difíciles, y hoy veremos dos posibles soluciones a este percal.
En tiempos de crisis, nuestro tejido productivo necesita estímulos para poder sobrevivir, por lo que si el gobierno cree conveniente subvencionar a ciertos sectores, empresas o pymes, es una buena idea para que sigan teniendo oportunidades en el mercado.
Ahora bien, se necesitaría hacer un estudio un poco más profundo sobre si estos estímulos benefician o pueden llegar a perjudicar a nuestra economía.
Pongamos un ejemplo un tanto drástico para entenderlo mejor. Imaginemos a Pedro, un importante CEO de la empresa de Jardinerías S.A. Llegan momentos de crisis, por lo que Pedro va a tener que realizar reformas dentro de su empresa para poder recortar gastos y así poder sobrevivir.
Aquí entra el gobierno, y emite un comunicado en donde nos dice que va a subvencionar al sector agrario, y en dichas reformas se encuentra una ayuda para las empresas del subsector de la jardinería.
Obviamente para Pedro es una gran noticia, ya que con esta ayuda, podrá equilibrar las cuentas de su empresa sin necesidad de recortar gastos.
Si analizamos este ejemplo, para la sociedad en su conjunto también es una gran noticia. Pedro podrá preservar puestos de trabajo haciendo así que el paro no se incremente (y como la empresa de Pedro, todas las demás empresas del sector).
Para el tejido productivo también será una gran noticia ya que dicha subvención ayudará a que no se extingan empresas y se podrá seguir incrementando la productividad del país.
Por último, para las arcas públicas también es una gran noticia, ya que si ésta empresa contiene salud, podrán seguir pagando las retribuciones correspondientes al estado para ayudar a mantener los presupuestos.
Como podemos ver, las subvenciones pueden ayudar a crear una gran cadena que va complementando todos los agentes que intervienen en ella de forma positiva.
Sin embargo, esto no siempre se cumple. Si nos encontramos en una crisis medioambiental (pongámosla de ejemplo), y se produce una gran sequía debido al cambio climático, siendo realistas no podemos estar subvencionando a empresas, cuyas tasas de retorno futuras están muy lejos de volver a ser positivas.
Por supuesto que necesitamos que el sector agrícola siga vivo, por supuesto que deberemos otorgar ayudas a este sector tan importante, pero debemos seleccionar de forma muy cuidadosa las empresas y subsectores que queremos subvencionar.
Veámoslo en la práctica. La jardinería depende de que la hierba crezca. Si no llueve, no habrá tanta hierba y la demanda de jardineros será menor. Si el gobierno decide seguir subvencionando a este sector para subsistir, será inútil, ya que solamente podrá subsistir con las ayudas que reciba por parte del gobierno, pero no van a ser capaces de generar beneficios a través de su actividad principal porque la escasez de agua, no va a permitir que haya tanta hierba como para cubrir toda la oferta de jardineros puesta en marcha.
Con esto quiero decir que debemos ser muy cautelosos a la hora de otorgar subsidios a sectores con poco futuro.
Si la crisis en la que nos encontramos va a provocar que a partir de ese momento no se produzca un crecimiento expandido en la agricultura debido a que no va a volver a llover a los niveles previos de la crisis, no podemos otorgar subvenciones masivas, ya que estaremos creando empresas zombi, empresas que no generan rendimientos por sí mismas y únicamente chupan del dinero del contribuyente, quitando oportunidades a posibles start-ups con otras ideas de negocio distintas y mucho más rentables.
Es por esto por lo que, repito de forma totalmente subjetiva, las subvenciones no son siempre el camino más indicado para apoyar al tejido productivo. A veces, viene mejor una bajada impositiva, ayudando de igual manera al empresario con una menor carga fiscal, y observando si puede seguir generando valor de forma totalmente autónoma, sin ser dependientes de los subsidios del estado.
En resumen, podemos decir que las subvenciones pueden llegar a ser beneficiosas, si realizamos un correcto estudio de las compañías, sectores u actividades que necesitan si o si, ayuda estatal para poder sobrevivir por un periodo de tiempo determinado, para posteriormente, seguir con su actividad principal generando beneficios.
Si la temporalidad no se cumple, es preferible bajar los tipos impositivos para que, si el negocio va mal, sea el mismo empresario el que vea que realmente tiene que cambiar la percepción de su negocio, dirigiéndose a actividades con un futuro más rentable.